La enfermería inminente

Aun a costa de que la lectura de este artículo no pase de este punto, voy a aventurar una hipótesis que a algunos escandalizará: la profesión enfermera en España, lejos de estar en crisis, se enfrenta a un prometedor y espléndido futuro. Todo indica que nos hallamos a las puertas de una auténtica revolución en la forma en que hoy por hoy la concebimos. Los párrafos siguientes intentarán argumentar esta afirmación.

En primer lugar, resulta obligado empezar por el hecho más descollante y que sin duda determinará más que ningún otro factor el futuro de la profesión enfermera: la consecución de la tan ansiada licenciatura, cuya fecha de inicio está prevista para el año 2008.

Hay que señalar, no obstante, que el proceso de renovación de nuestras titulaciones universitarias para hacerlas converger con las europeas –iniciado con el Acuerdo de Bolonia y que culminará con la creación de un espacio único europeo de educación superior en 2011- obliga a ciertas adaptaciones tanto de terminología como más propiamente conceptuales.

Así, por ejemplo, las licenciaturas pasarán a denominarse “grado universitario”; su duración será de cuatro años y el programa de estudios se basará en el crédito europeo o, mejor dicho, en el sistema europeo de transferencia y acumulación de créditos (ects), que permite la comparabilidad, movilidad y el reconocimiento académico mutuo entre todas las universidades europeas.

En esas condiciones, no hay duda del espectacular salto que la obtención del grado universitario supone para la enfermería: con él se incrementa notablemente la calidad de la formación recibida hasta equipararla a los más prestigiosos programas formativos del mundo en esta materia, se abren las puertas para la investigación mediante la realización de postgrados, masters o doctorados, y se hace posible el acceso a todas las opciones profesionales que brinda una titulación universitaria del más alto rango, no sólo en su vertiente asistencial, que es la más obvia, sino también en la docente, en la de gestión o en la ya citada actividad investigadora. En definitiva, el grado universitario garantizará enfermeros con la más alta preparación académica y profesional que pueda brindar el programa más exigente conocido.

Otro ítem de gran trascendencia para la enfermería española lo constituye la nueva regulación de las especialidades enfermeras, contenidas en el Real Decreto 450/2005, de 12 de abril. Si bien es cierto que dicho texto legal adolece de importantes carencias, siendo por ello blanco de críticas más o menos fundamentadas (no se entiende, por ejemplo, la ausencia de especialidades tan patentemente necesarias como las de cuidados críticos o urgencias), no se puede negar que la regulación de las especialidades enfermeras obedece a la necesidad cada vez más acuciante de contar con profesionales con conocimientos específicos y punteros en campos muy definidos. El futuro de una profesión que necesita imperiosamente definir su ámbito de actuación en un amplio espectro de materias, incrementando la calidad de sus intervenciones en la medida en que las acota a campos muy concretos, pasa sin ninguna duda por la formación de especialistas que se encarguen en exclusiva de la parcela de la enfermería para la que se han formado; ya no es posible que un mismo enfermero posea competencia suficiente para desenvolverse con soltura en todas y cada una de las áreas propias de la enfermería actual.

La figura del enfermero generalista, por tal razón, tenderá a ir quedando relegada a áreas cada vez más periféricas y secundarias a medida que las diversas áreas de actividad enfermera vayan siendo ocupadas por profesionales más y mejor preparados.

Ahora bien, dicho lo anterior, ¿por qué no se han desarrollado todavía las especialidades enfermeras en la forma prevista en el Real Decreto que las crea?; la Disposición Transitoria Primera establece un plazo de tres meses desde la entrada en vigor de la norma para la constitución de las comisiones nacionales de todas las especialidades. Estas instituciones son las encargadas de, entre otras cosas, elaborar el programa de formación y la duración de cada especialidad, por lo tanto, resultan imprescindibles para que empiecen su andadura. El plazo de tres meses concluyó el 7 de agosto de 2005 y aun hoy no se perciben intenciones en el ministerio de constituirlas. ¿Cuál es la razón de esta inexplicable dilación? Sin querer entrar en detalles que escaparían a las pretensiones de este artículo y sorteando por ahora la posibilidad de que la causa del retraso se deba a simple desidia ministerial, avanzaré una posible interpretación de este hecho que, por mor del espacio disponible, quedará en simple esbozo: las especialidades de enfermería tal y como se regulan en el RD 450/2005 están concebidas como formación adicional a una diplomatura; es decir, se corresponden con una realidad que quedará en breve superada tras la creación del grado universitario de enfermería. Si se mantuvieran las especialidades en su concepción actual se llegaría a la paradójica circunstancia de que la formación que en el futuro se exigirá a un enfermero generalista podría ser superior y más intensa que la que ahora tendría un especialista. Parece pues sensato que las especialidades de enfermería se articulen como opciones de formación adicional tras la terminación del grado universitario, encajándolas en los estudios de postgrado que hoy por hoy están vacíos de contenido.

El cuadro así presentado gana en coherencia y en solidez académica, las especialidades se establecerían entonces como módulos formativos de diferente duración que prepararían al enfermero generalista en disciplinas que requieren unos conocimientos específicos, del mismo modo que sucede, por ejemplo, en la carrera de medicina.

El tercer hito que marca la realidad actual y futura de la enfermería es la constitución de las carreras profesionales en el ámbito de la sanidad pública. Como elemento incentivador de los enfermeros actualmente en ejercicio, las carreras profesionales se conciben como un factor que pretende potenciar el interés por la formación, la investigación o la gestión del servicio donde se trabaja; en definitiva, la carrera profesional busca que el enfermero que ya ha abandonado el circuito formativo se mantenga vinculado a las innovaciones científico-técnicas que en su concreta disciplina se vayan produciendo, las integre y las aplique en coordinación con el equipo del que forma parte; persiguiendo con ello que la actualización de conocimientos y su plasmación en la actividad profesional constituya un proceso ininterrumpido.

Canarias ha sido una de las primeras comunidades en contar con una carrera profesional para el personal diplomado sanitario, quizás por ello nos hemos ido quedando rezagados a medida que otras carreras se han ido implantando en las restantes comunidades autónomas. Como ejemplo de lo dicho, un elemento que manifiestamente necesita ser actualizado es el económico, precisamente el principal factor incentivador del que se dota el sistema: la retribución por carrera profesional en Canarias ya está claramente desfasada y es necesario incrementarla al menos hasta el nivel de la media estatal si no queremos perder la batalla de la motivación de los profesionales, quienes, lógicamente, tienden a desplazarse allá donde mejores condiciones laborales encuentran. Afortunadamente, ya hay acuerdo en este sentido, alcanzado en Mesa Sectorial de Sanidad el 12 de febrero pasado.

Un segundo elemento que necesita ser incorporado sin más demora es la apertura de la carrera para el personal temporal, es este un planteamiento cuya lógica choca frontalmente con un impedimento casi omnipresente en toda negociación: el presupuestario.

Aun así resulta obligado incorporar al personal temporal a la carrera profesional si no queremos que el sistema acuse incoherencias injustificables; en efecto, si la carrera profesional se configura como un procedimiento para incrementar la calidad asistencial mediante la constante y sistemática actualización de los conocimientos de los trabajadores, no es de recibo que una parte de éstos quede excluida del sistema por la simple razón del contenido de su contrato; sería tanto como decir que para la prestación sanitaria resulta indiferente que los trabajadores temporales tengan o no actualizados sus conocimientos o que su motivación sea nula.

Queda patente pues que la distinción entre personal temporal y fijo no tiene fundamento a la hora de relacionarlo con la carrera profesional puesto que para ambos tipos de profesionales es perentorio que sus conocimientos se encuentren al día y se mantenga vivo el interés por la profesión, siendo esta precisamente la meta que la carrera profesional se plantea como razón de ser, no la relación contractual que los trabajadores mantengan con la administración.

Existe, por último, una serie de temas satélites que orbitan la actualidad de la enfermería y que en el fragor del debate mediático que suscitan podrían parecer decisivos para la definición de su futuro, aunque objetivamente considerados no tienen la entidad de los tres hasta ahora enunciados.

Uno de ellos –y sólo me detendré en éste aunque sea de pasada- es la polémica sobre la prescripción enfermera o colaborativa, artificialmente mantenida por cuanto la llamada “ley del medicamento” (Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios) no prohíbe este tipo de prescripción, simplemente no la regula y, aun así, brinda una posibilidad en su disposición adicional duodécima para su regulación futura.

De todas formas, el tema de la prescripción quedará zanjado de hecho cuando las nuevas competencias y atribuciones que se derivarán del cambio de marco formativo se vayan consolidando en la práctica.

Mientras tanto, la polémica continuará abierta y poco hay que podamos hacer para evitarlo.

En los párrafos anteriores he intentado defender la idea de que la enfermería tiene un futuro más que prometedor por delante. Tanto en el aspecto puramente académico como en el ámbito laboral hay pocas dudas de que así es: tanto la implantación del grado universitario, como la creación de las especialidades enfermeras o las carreras profesionales son factores que incidirán de manera drástica en el giro copernicano que la enfermería experimentará en los próximos años.

Aun con todo, existen nubarrones que no podemos obviar si no queremos que se terminen adueñando del horizonte. El más negro de estos nubarrones lo forma sin duda la preocupante escasez de profesionales producto de una deficiente planificación de la oferta formativa enfermera en España.

Esta mala política educativa origina una serie de efectos en cascada que termina alcanzando con estruendo el mundo laboral, distorsionando hasta puntos insospechados la gestión de hospitales, centros de salud y otros establecimientos sanitarios y trayendo consigo una enorme sobrecarga de trabajo en las distintas unidades, primer factor de desmotivación en la actividad profesional y fuente de innumerables conflictos en el ámbito laboral.

Es urgente por tanto arbitrar medidas para combatir esta circunstancia en su origen, estableciendo nuevas políticas educativas, ampliando la oferta formativa, reestructurando los efectivos actuales para ganar en eficacia, en fin, acometiendo toda una serie de reformas cuyo análisis ocuparía otro artículo.

No obstante las dificultades que a nadie escapan, siendo la mencionada arriba tan sólo un ejemplo, el mensaje con el que empezábamos este artículo sigue siendo plenamente válido: la enfermería tiene un futuro espléndido por delante, yo diría que envidiable; las variables que la impulsarán ya están en marcha y nadie permitiría a estas alturas que se paralizaran o revirtieran.

Por otro lado, ninguno de los problemas detectados es irresoluble, la mayoría de ellos requiere tan sólo de la voluntad política necesaria, algo que, como tenemos suficientemente constatado en la práctica sindical, es posible forzar para hacer que lo fundamental sustituya a lo superfluo.

En otras palabras, una enfermería mejor está al alcance de nuestra mano, a poco que nos empeñemos en ello nuestra generación dispondrá de la profesión que soñaron nuestros padres.

Si como decía el sabio Pitágoras, lo posible se encuentra junto a lo necesario, la enfermería dará entonces sin duda el salto histórico que se merece: porque es posible, porque es necesario.

José Alonso Rodríguez Tapia
Enfermero
Licenciado en Derecho
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación
Miembro de la Ejecutiva Federal de Sanidad de CCOO Canarias
josalonso@telefonica.net

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Escrito por el 26 Mar 2007. Archivado bajo Artículos, nº 1, Opinión. Puedes seguir las respuestas de esta entrada por RSS 2.0. Están cerradas las respuestas por el momento, pero puedes dejar un trackback de tu propio sitio web.

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