Relación entre actividad física, salud y prevención de la enfermedad
“ Todas aquellas partes del cuerpo que tienen una función, si se usan con moderación y se ejercitan en el trabajo para el que están hechas, se conservan sanas, bien desarrolladas y envejecen lentamente, pero si no se usan y se deja que holgazaneen, se convierten en enfermizas, defectuosas en su crecimiento y envejecen antes de hora ”. (Hipócrates)
RESUMEN
OBJETIVO: Conocer la correlación entre actividad física y enfermedad.
MATERIAL Y MÉTODO: Revisión bibliográfica de importantes bases de datos científicas.
RESULTADOS: Numerosos estudios demuestran los efectos beneficiosos de una actividad física regular, moderada y aeróbica en el mantenimiento y promoción de la salud.
CONCLUSIONES: Necesidad de fomentar la práctica de ejercicio regular y adecuado en las vertientes preventiva y terapéutica.
PALABRAS CLAVE: sedentarismo, actividad física, obesidad, cáncer, diabetes, enfermedad.
INTRODUCCIÓN
En la lucha por el control del peso y la salud, se da mucha importancia al tipo y cantidad de alimentos que se consumen, pero se presta menos atención a la cantidad de energía que gastaríamos si fuéramos físicamente activos. Ambos aspectos están estrechamente ligados.
«Actividad física»1 hace referencia a «cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos y que tiene como resultado un gasto energético que se añade al metabolismo basal».
En los últimos años se ha profundizado cada vez más en su estudio, tanto en los efectos saludables de su práctica habitual como en la relación que su ausencia mantiene con el desarrollo, mantenimiento y agravamiento de diversas enfermedades crónicas.
Actualmente, ha emergido un estilo de vida en la sociedad moderna libre de actividad física y carente de gasto calórico, que se denomina sedentarismo y cuyas consecuencias se están comenzando a sentir.
A diferencia de nuestros ancestros, ya no necesitamos emplear demasiada cantidad de energía para encontrar alimentos. Debido a los avances tecnológicos, al transporte motorizado, la automatización y la maquinaria que ahorra trabajo, la mayoría de la gente tiene menos oportunidades de gastar energía. Como resultado, se observa una clara disminución de la calidad de vida, un aumento cada vez mayor de las enfermedades físicas y psíquicas, crónicas e incapacitantes (enfermedad cardiovascular, cerebrovascular, diabetes tipo II, obesidad, algunos tipos de cánceres).
Las enfermedades y la muerte prematura hacen sufrir a las victimas y familiares, pero además suponen un enorme coste económico debido al absentismo laboral por bajas y a la atención sanitaria. Si hablamos de los costes en España, según Carrillo et al.2 la obesidad y el sobrepeso suponen un 2-7% del gasto sanitario total. Asimismo, las enfermedades cardiovasculares suponen casi 7.000 millones de euros al año. Según la OMS3, estas enfermedades crónicas representan un 60% de las muertes a nivel global, cifra que ascenderá a 73% para el año 2020. Así, en su «Informe sobre la salud en el mundo 2002», estima que los estilos de vida sedentarios son una de las 10 causas fundamentales de mortalidad y discapacidad en el mundo4. Por todo ello entre los objetivos de «Salud para todos en el año 2010»5 la OMS incluye la reducción de la prevalencia de sobrepeso/obesidad, así como aumentar la proporción de individuos que realizan actividad física moderada de forma regular. Frente a esta panorámica, las personas se preguntan cada día: ¿Debo hacer ejercicio? ¿Cómo debo hacer la actividad física? ¿Cómo me ayuda la actividad física a evitar un problema grave de salud? ¿Qué relación hay entre el ejercicio y la enfermedad del corazón que puedo llegar a sufrir?. A cada momento surgen numerosos interrogantes. En este trabajo trataremos de contestar, de manera sencilla, las anteriores preguntas.
MATERIAL Y MÉTODO
Para la realización de esta revisión bibliografíca hemos localizado los artículos más actuales sobre actividad física relacionada con el estado de salud y/o enfermedad en las bases de datos biomédicas más importantes como son Pubmed, Cuiden, Scirus, Dialnet, Google Académico y otras. Los descriptores utilizados fueron: sedentarismo, actividad física, obesidad, cáncer, diabetes, enfermedad, …
RESULTADOS DE LA BÚSQUEDA
Respecto a la actividad física debemos señalar que existen dos formas distintas de llevarla a cabo en función de la intensidad (medida como gasto metabólico, liberación de energía o ajustes cardiovasculares)6:
1) La actividad física de baja intensidad (pasear, andar, actividades cotidianas del tipo de faenas domésticas, comprar, actividades laborales, actividades al aire libre, etc) se caracteriza por ser poco vigorosa y mantenida. Por ello, tiene algunos efectos sobre el sistema neuromuscular (incrementos en la fuerza muscular, flexibilidad y movilidad articular) pero muy pocos efectos cardiorrespiratorios. El valor de la misma en los programas será, pues, el de preparación, tanto física como psicológica.
2) La actividad física de alta intensidad que, a su vez, puede ser subdividida, teniendo en cuenta las formas en que el músculo transforma y obtiene la energía necesaria para su realización, la duración del ejercicio y la velocidad en la recuperación, en dos tipos: anaeróbica y aeróbica.
La actividad física de tipo anaeróbico es aquella en la que la energía se extrae de forma anaeróbica, enzimática, sin oxígeno. Son ejercicios que exigen que el organismo responda al máximo de su capacidad (la máxima fuerza y velocidad posibles) hasta extenuarse. La duración es breve (segundos). Sus efectos principales tienen lugar sobre la fuerza y tamaño muscular. Sus consecuencias inmediatas son una alta producción de ácido láctico como consecuencia del metabolismo anaeróbico y, por ello, la rápida aparición de cansancio, aunque con recuperación rápida.
La actividad física de tipo aeróbico es aquella en la que la energía se obtiene por vía aeróbica, por oxidación o combustión, utilizando el oxígeno. Son ejercicios que movilizan, rítmicamente y por tiempo mantenido, los grandes grupos musculares. Sus efectos principales son de fortalecimiento físico (especialmente por mejoras en los sistemas cardiovascular, respiratorio, neuromuscular y metabólico) y el aumento de la capacidad aeróbica (cantidad máxima de oxígeno que un sujeto puede absorber, transportar y utilizar). La duración es larga (minutos u horas), la fatiga demorada y la recuperación lenta (horas o días). A continuación analizamos, una a una, la asociación inversa entre actividad física y ciertas afecciones que se han relacionado con el sedentarismo:
Enfermedades coronarias y accidentes cerebrovasculares
Quizá a lo que se ha otorgado más importancia en los últimos años es a la exposición protectora que supone la actividad física frente al riesgo de cardiopatía isquémica. Múltiples estudios, han puesto de manifiesto la relación entre un estilo de vida sedentario y la cardiopatía isquémica7,8. Dentro del grupo de las enfermedades cardiovasculares, la actividad física también ha mostrado claros efectos protectores frente al riesgo de accidentes cerebrovasculares, disminuyendo su incidencia así como mejorando su pronóstico vital9,10.
Según estudios hay una fuerte relación inversa entre actividad física y el primer infarto. Se ha demostrado una reducción del 69% (RR 0,31) en la incidencia de primer infarto entre individuos que ejercitaban más de 2,2 horas por semana, comparados con individuos inactivos11. Entre los cambios favorables producidos por el ejercicio cabe destacar la disminución de niveles séricos de triglicéridos, el aumento de los niveles de HDL colesterol, la disminución de la presión arterial, mejora de la tolerancia a la glucosa, disminución de la depresión y de la ansiedad y la complementación de un programa nutricional. Es evidente entonces, que la inactividad física supone numerosas complicaciones, de las que resaltaremos la disminución de volumen máximo de oxígeno, la hemoconcentración, la reducción de volumen plasmático, la hipotensión ortostática, aumento de la frecuencia cardiaca, reducción del gasto cardiaco y la trombosis venosa profunda12.
Obesidad y exceso de peso
La obesidad es un desorden en el cual se interrelacionan factores genéticos, de comportamiento, alteraciones en la homeostasis nutricional y hormonal, anomalías en el propio adipocito y factores ambientales como los cambios en los hábitos alimentarios y la actividad física. Numerosos estudios13,14,15 la relacionan con multitud de enfermedades como las vasculares, algunos tipos de cáncer, endocrinológicas, etc. Se le ha dado especial importancia al ejercicio en la estabilización del peso corporal después de una reducción inicial, gracias a una menor disminución en el metabolismo basal, mejor utilización de las grasas y un balance energético favorable, pero el ejercicio físico aislado, sin una restricción calórica importante en la dieta, ha mostrado resultados poco significativos.
Además de una reducción o mantenimiento del peso corporal, el ejercicio es capaz de inducir cambios en la composición corporal y la distribución del tejido adiposo, incrementando la masa muscular y disminuyendo los depósitos de grasa abdominal16.
La intensidad, la frecuencia y la duración del ejercicio en un programa de obesidad están determinadas. De esta forma, el ejercicio aeróbico debe jugar un papel primordial, pues va a ser el instrumento central para lograr un balance energético negativo que permita reducir la masa grasa. Es necesario recordar que sólo las intensidades bajas y moderadas permiten un adecuado metabolismo aeróbico con participación creciente de los lípidos. Para optimizar los efectos metabólicos de la actividad física se puede continuar un aumento progresivo en la duración del trabajo aeróbico en los meses siguientes, recordando que el incremento en la intensidad no mejora la oxidación de las grasas16.
Cáncer
La actividad física no solo tiene acción preventiva sobre algunos factores de riesgo asociados al cáncer (obesidad13), sino que también posee efectos positivos en el organismo de las personas ya diagnosticadas. Varios estudios17,18 han sugerido que el ejercicio, desde intensidades suaves a moderadas, tiene muchos beneficios para personas con cáncer. Algunos de estos beneficios incluyen: incrementos en la función cardiovascular, pulmonar y muscular (a raíz de un incremento en el consumo de oxigeno), volumen de eyección cardiaca, volumen minuto cardiaco, vascularización muscular, circulación linfática, ritmo metabólico, tono muscular, fuerza, coordinación y balance. Durante el tratamiento contra el cáncer, la quimioterapia, radiación o cirugía puede causar efectos duraderos (secundarios) a varios tejidos biológicos, siendo por tanto el ejercicio importante para paliar estos efectos.
Diabetes en adultos
En la DM1 el ejercicio, más que como una forma de tratamiento, debe ser visto como una actividad que proporcione al diabético la misma diversión y beneficios que al individuo no diabético, y que va a modular las acciones de la dieta y de la insulina. El ejercicio físico puede aumentar el riesgo de hipoglucemia aguda y diferida, por lo que el paciente debe modificar oportunamente su dieta y dosis de insulina cuando se disponga a realizarlo o lo haya finalizado, teniendo en cuenta la intensidad y duración del mismo, así como su glucemia.
El efecto del ejercicio físico en el paciente diabético insulinodependiente varía con el modo de control metabólico que existe. Un aspecto importante a considerar es el intervalo entre la administración de insulina y el inicio del ejercicio. Puede existir hipoglicemia si la práctica de la actividad física se realiza en el momento “pico” de mayor acción de la insulina administrada19. Se recomienda el ejercicio físico en el diabético controlado (con normoglicemia o glicemia cercana a la normalidad).
En la DM2, el ejercicio físico juega un destacado papel aumentando la captación de glucosa por el músculo, incluso cuando no se disminuye el peso, ayudando a mejorar el control metabólico. Además, actúa de manera favorable sobre otros factores de riesgo de enfermedad cardiovascular como la hiperlipemia y la hipertensión arterial20.
Por el contrario, en diabéticos descompensados con hiperglucemia moderada o intensa con o sin cetosis, el ejercicio es perjudicial ya que se provoca deterioro del estado metabólico que existe con aumento de la hiperglicemia, la lipólisis y la cetogénesis. Del mismo modo, durante el descontrol metabólico hay una descarga anormal de catecolaminas, glucagón, cortisol y hormona de crecimiento19.
Mejora de huesos y músculos
La actividad física, dependiendo de la época de inicio, la duración y la intensidad, contribuye en aumentar el pico de masa ósea, mantener la masa ósea y disminuir la perdida de densidad ósea que ocurre como la edad. Existen estudios científicos realizados en atletas o en individuos físicamente activos que demuestran el efecto beneficioso del ejercicio sobre la densidad del hueso, ya que se observa que estos individuos tienen mayor porcentaje de densidad ósea, que varía de acuerdo con el ejercicio y, en relación a los individuos sedentarios21.
En cuanto a los músculos y articulaciones se refiere, el ejercicio aumenta la potencia muscular, disminuye cantidad de grasas musculares, aumenta volumen circulatorio, fortalece membranas, tendones, ligamentos, elasticidad, calidad articulaciones y del hueso. Mejora el lubricante articular y aumenta el glucógeno, calcio y magnesio muscular22. La disminución del ejercicio físico acelera la pérdida de hueso en animales de experimentación y en el ser humano, porque las fuerzas mecánicas son un estímulo importante para la remodelación ósea normal23. La pérdida de hueso que se observa en los miembros inmovilizados, la reducción de la masa ósea que sufren los astronautas sometidos a la ingravidez durante mucho tiempo y la mayor densidad ósea de los deportistas, son pruebas del papel que ejerce el ejercicio físico en la prevención de la pérdida de hueso.
Mejora de condiciones mentales
La actividad física puede tener un efecto significativo sobre la salud mental. Los adultos físicamente activos tienen mejores conceptos sobre si mismos y tienen una elevada autoestima, lo cual produce incremento en la confianza, y en la estabilidad emocional, en la independencia y en el autocontrol. Tekin (1997) halló diferencias significativas entre estudiantes deportistas y no deportistas de acuerdo con valores de percepción física y autoestima24.
Este supuesto efecto antidepresivo del ejercicio físico se ve argumentado por diversas razones. Por un lado puede contribuir a mejorar la autoestima, dado que proporciona una mejor imagen del propio cuerpo y mayor eficacia en su uso para diversas actividades. Y por otro, a nivel neuroquímico, la depresión puede ser el resultado de bajos niveles de ciertos neurotransmisores en el Hipotálamo. El ejercicio puede compensar en parte este efecto al incrementar la producción de norepinefrina25. Pero a pesar de los múltiples efectos positivos del ejercicio físico, pueden existir ciertos peligros. ¿Qué riesgos se asocian a la actividad física?. No existe ninguna acción que no conlleve riesgos, y el ejercicio no es una excepción. Como ejemplo, destacar que se incrementa el riesgo de lesiones, particularmente en los pies, tobillos y rodillas, cuando se realizan ejercicios o deportes intensos. Últimamente, gran parte de la atención de la prensa se ha centreado en la “adicción al deporte”, de las personas que se “enganchan” y dejan de lado otros aspectos de la vida, como el trabajo o las relaciones sociales.
Aunque se ha identificado este síndrome de dependencia del deporte, es muy poco común, y normalmente se asocia a otros problemas psicológicos.
Esta adicción es conocida como vigorexia o complejo de Adonis. En estos pacientes, la preocupación excesiva por la figura acompaña a una distorsión del esquema corporal. No sólo los pacientes presentan obsesión por el ejercicio sino también por la forma de alimentarse con el fin de obtener más masa muscular. Este desorden emocional puede desencadenarse en un proceso obsesivo-compulsivo que provoca en los pacientes una sensación de fracaso personal, abandonando las actividades normales del día a día para dedicarse casi con exclusividad a conseguir esa mejoría física que les proporciona sentirse mejor psicológicamente26.
En raras ocasiones el ejercicio, per sé, puede ser realmente perjudicial. Este es el caso de la anafilaxia inducida por ejercicio, reacción poco frecuente que ocurre en gente joven, ocasionalmente niños, que practican deportes o realizan actividad física.
La severidad de la reacción es variable, pueden aparecer prurito y urticaria o provocar una situación de emergencia de hipotensión y colapso27. A nivel de competición, existe también la temida muerte súbita del atleta, que se define como el fallecimiento no traumático, durante ejercicio, que se presenta dentro de la primera hora de haber iniciado los síntomas. En menores de 35 años, la principal causa es la miocardiopatía hipertrófica, y en mayores de 35 años, la causa es enfermedad ateroesclerótica coronaria. Existen otras menos frecuentes como las anormalidades congénitas de las arterias coronarias, displasia arritmogénica del ventrículo derecho, enfermedades valvulares, etc. Su mejor tratamiento es la prevención28.
El grado de participación en actividades físicas de nuestra sociedad podemos concluir que es bajo, debido probablemente a la falsa creencia de que la mejora de la salud sólo está asociada con ejercicios continuos y vigorosos. Pero en la evidencia científica puede verse demostrado que una actividad física regular moderada es suficiente para proporcionar beneficios a nuestra salud. De hecho, según numerosos autores como Annicchiarico29 las características que debe reunir una actividad física orientada a la salud son:
• Ser moderada (permitir llevar una práctica constante durante largo tiempo) y vigorosa (intensidad que produzca sudoración y jadeo en la respiración).
• Habitual y frecuente, de manera que forme parte del estilo de vida.
• Orientada al proceso de práctica, más que a un resultado o alto rendimiento.
• Satisfactoria.
• Social; que permita relaciones entre las demás personas.
• Si se compite, debe ser entre individuos de un mismo nivel y con el deporte adaptado a las características del que lo/a practica.
• Existirán algunos aspectos lúdicos.
• Será acorde con la edad y características psicofísicas de los practicantes.
• Habrá una amplia variedad de actividades y deportes.
• Se adaptará a las características personales.
CONCLUSIONES
Parece pues demostrado que una actividad física adecuada, regular y moderada proporciona efectos muy saludables en todas las esferas de nuestro organismo (osteomuscular, vascular, endocrino, etc), promoviendo un adecuado estado de bienestar y evitando, y en su caso minimizando, los efectos de multitud de enfermedades.
En este sentido no podemos obviar que el ejercicio saludable para nuestro organismo se caracteriza por la moderación, la regularidad y el componente aeróbico, de hecho, hemos de señalar que el esfuerzo extremo o exigente (deporte de élite o bajo sobreesfuerzo) puede suponer importantes riesgos para la salud del que lo practique. Como ejemplos observamos la fractura del metatarsiano por sobrecarga en corredores, la epicondilitis lateral o codo de tenista en los jugadores de tenis o la tendinitis del manguito de los rotadores u hombro de nadador en estos deportistas30. Una vez expuestos los resultados de nuestra revisión. No podemos más que concluir y recomendar la implantación y ejecución de programas de educación para la salud en el fomento del ejercicio y la adquisición de hábitos saludables, tanto desde un punto de vista preventivo como terapéutico para el desarrollo de procesos de morbilidad.
Enrique Ramón Arbués
Especialista en Enfermería Obstétrica y Ginecología / Matrona. Hospital Materno-Infantil Miguel Servet de Zaragoza.
ramonarbues@hotmail.com
Inés Díaz Bello
DUE Hospital Materno-Infantil Miguel Servet de Zaragoza
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