El Duelo
Cuando hayas terminado de aceptar que tus muertos se murieron, dejarás de llorarlos y los recuperarás en el recuerdo, para que te sigan acompañando con la alegría de todo lo vivido…” (Trossero)
INTRODUCCIÓN.
Duelo; del latín dolus, dolor.
Es una reacción natural ante la pérdida de una persona, objeto, etc. Incluye componentes físicos, psicológicos y sociales con una intensidad y duración proporcionales a la dimensión y significado de la pérdida.
Es un proceso NORMAL.
Según Parkes, es el único desorden psiquiátrico funcional con una causa conocida, características distintivas y un curso normalmente predecible.
No toda muerte implica de forma inmediata un duelo; es necesario que la persona perdida tuviese importancia y significado para los que la pierden. Lo esencial es el cariño (apego) y la pérdida; así, toda pérdida tiene que ser reconocida, aceptada poco a poco y seguida de cambios internos que permitan nuevas perspectivas.
El duelo es universal; toda sociedad dispone de costumbres o ritos cuando alguien muere.
El duelo es necesario para continuar viviendo. Intentar inconscientemente escapar de él es negativo; su bloqueo puede conducir a dificultades serias.
FASES DEL DUELO.
Se pueden distinguir tres etapas:
Comienzo -shock más o menos intenso- , núcleo – estado depresivo- y el restablecimiento.
Comienzo: Shock inicial. Puede provocar vértigos, náuseas y otras alteraciones neurofisiológicas, temblor, alteraciones del ritmo cardiaco, etc. Lo manifiestan muchas veces como “estar flotando sobre una nube”.
Angagneur, lo define como “sideración”, y repercute sobre el afecto -anestesia de la sensibilidad- , el intelecto – inhibido, paralizado-, y lo fisiológico – sentidos embotados-.
Con el anuncio de la muerte de un ser querido la primera reacción es el rechazo, incredulidad e incluso la negación: un comportamiento tranquilo e insensible o también incluso exaltado. Es un sistema de defensa primario.
Este estado de shock es físico y psíquico.
Si es por una muerte súbita es un shock violento y es más moderado si es más o menos esperada.
La ausencia de esa reacción de shock se traduce en rechazo de la realidad y bloquea todo el trabajo del duelo.
Es una fase de muy corta duración.
Etapa central: estado depresivo del duelo.
Es una auténtica depresión que se instala más o menos rápido tras el fallecimiento y puede durar algunos meses, incluso años, en caso de duelos patológicos y complicados.
Debuta tras el periodo de shock; es decir hasta que la realidad de la pérdida haya podido ser aceptada.
Llega un momento en el curso normal de las cosas, la persona en duelo retoma las ganas de vivir, establecer nuevos lazos, etc.
Etapa final: Reestablecimiento.
Comienza cuando la persona se interesa por nuevos objetivos, nuevos deseos y también de expresarlos; desarrolla nuevas relaciones sociales. Se separa de los objetos personales del fallecido. Acepta salir, ver a parientes, a amigos, etc.
Desaparece el estado depresivo, el dolor y la pena. Se experimenta un alivio.
El final del duelo se manifiesta por la capacidad de amar de nuevo; se debe tener cuidado ya que hay riesgo de tentativas prematuras y precipitadas que pueden provocar la detención del trabajo de duelo; no se deben tomar decisiones importantes ( un nuevo matrimonio, la venta de una casa, etc)
FACTORES DE QUE DEPENDE LA INTENSIDAD DEL DUELO.
Factores ligados a la causa y a la modalidad de la muerte:
Duración de la enfermedad mortal y de la agonía, carácter de la muerte (control de síntomas, etc), aspecto del cadáver.
Factores preexistentes a la enfermedad mortal:
Tipo de relación afectiva con el difunto, grado de parentesco, grado de dependencia económica, psicológica, social en relación con el difunto, sentimiento de culpa, sexo del superviviente, soporte social.
Presencia o no de otras experiencias de duelo y presencia o no de factores culturales que permitan la expresión del duelo.
MANIFESTACIONES DEL DUELO.
a) Sentimientos: Tristeza, soledad, añoranza, ira, culpabilidad, autorreproche.
b) Sensaciones físicas: Estómago vacío, tirantez en tórax o garganta, hipersensibilidad a los ruidos, sentido de despersonalización, sensación de ahogo, boca seca.
c) Cogniciones o pensamientos: Incredulidad, confusión, preocupación, presencia del fallecido, alucinaciones visuales y auditivas.
d) Comportamientos o conductas: sueño con el fallecido, trastornos del apetito por defecto o por exceso, conductas no meditadas dañinas para la persona (conducción temeraria), retirada social, suspiros, hiperactividad, llorar, frecuentar los mismos lugares que el fallecido.
INTERVENCIÓN Y SOPORTE.
Es importante tener en cuenta los sentimientos de culpa; la mayoría son a veces infundados. Los familiares piensan que no han hecho todo lo posible por cuidar bien al enfermo.
En nuestro equipo se realiza una llamada en las primeras 24 – 48 horas del fallecimiento y se envía en los días siguientes una carta a los familiares, con la intención de hacer un refuerzo positivo haciendo hincapié en el trabajo tan importante que hicieron. A las cuatro semanas del fallecimiento se vuelve a contactar con la familia y se realiza la visita de duelo para aclarar dudas que les quedan sobre los momentos finales y sobre todo del desarrollo de la enfermedad que pueden generar sentimientos de culpa. Muchas de las dudas y de las preocupaciones se detectan ya en de la llamada tras el fallecimiento.
Se trata de tranquilizar y desculpabilizar a la persona, al cuidador principal.
Worden describe cuatro procesos que atraviesa quien sufre una pérdida antes de encontrar el equilibrio.
1.- Aceptar la realidad de la pérdida: es evidente pero es el paso más difícil. Cuando no se produce se puede llegar a la momificación (seguir poniendo los platos a la hora de comer, dejar la habitación tal y como estaba…).
La aceptación necesita tiempo y debe ser asumida intelectual y emocionalmente; en ocasiones, las frases hechas pueden resultar contraproducentes ( trata de olvidar, Dios se la ha llevado, es mejor así…).
2.- Dar expresión al dolor producido: No se puede resolver un duelo sin experimentar dolor. Como dice Gómez Sancho, es como un túnel que para salir de él hay que atravesarlo y requiere un esfuerzo. Y para ello hay que poder expresarlo y exteriorizarlo.
Hay que llorar, si se siente necesidad de hacerlo. La represión del llanto puede terminar dando problemas físicos. Como curiosidad diré que hay una base fisiológica para ello; la endorfina (leucina-encefalina) de las lágrimas puede explicar el alivio que se siente al llorar.
Con frecuencia se abusa de psicofármacos para el control de la ansiedad; tomando una frase de Gómez Sancho: “…narcotizar el sufrimiento no hace que desaparezca sólo lo pospone”, ya que el duelo no es ninguna enfermedad, y en principio, no necesita de terapeutas.
3.- Adaptarse al ambiente: Requiere participación activa y decidida.
4.- Invertir la energía emotiva en otras personas o relaciones: Hay dos signos que indican que una persona se recupera del luto, la capacidad de recordar y hablar de la persona sin llorar ni desconcertarse, capacidad de reestablecer relaciones y aceptar retos.
POBLACIONES EN RIESGO DE DUELO PATOLÓGICO.
En las siguientes circunstancias las posibilidades de duelo patológico aumentan: jóvenes y niños sin familia cercana, carácter tímido, relación de sumisión con la persona desaparecida, presencia de sentimientos ambivalentes en la relación, personas introvertidas que no expresan sus sentimientos, pérdida de recursos económicos con el fallecido, presencia de crisis familiares previas no resueltas, nivel social bajo, sentimientos de culpa.
Otras circunstancias que favorecen el riesgo de duelo patológico son: viudas con niños jóvenes, muerte por accidente o tras corta enfermedad, muertes múltiples (accidentes), cadáver desaparecido, somatización, ingesta de alcohol y tranquilizantes.
Las características de la muerte son importantes. Las muertes súbitas tienen mayor riesgo de duelo patológico. En el caso del cáncer, enfermedad prolongada, hay más tiempo para realizar un duelo anticipado.
SIGNOS DE UN DUELO PATOLÓGICO.
Lo que diferencia al duelo normal del anormal es la intensidad y la duración de las reacciones en el tiempo; así , hay que prestar particular atención a los sentimientos de culpa, cancerofobia, superidealización de la persona fallecida, dependencia excesiva de medicación o alcohol, comportamiento antisocial y psicótico, amenaza de suicidio, dsperanza crónica en el retorno del fallecido, objetos personales del desaparecido limpios y preparados, distanciamiento de lugares y situaciones que recuerdan a la persona perdida.
Marisa de la Rica Escuín
DUE Unidad Cuidados Paliativos
Complejo Hospitalario de Toledo
marisadlrscn@hotmail.com
BIBLIOGRAFIA
Sanz Ortiz, J.: El duelo. En: Recomendaciones de la SECPAL. Guías y Manuales del Ministerio de Sanidad y Consumo. 1993. Ed. Ministerio de Sanidad y Consumo. Secretaría General Técnica P1 del Prado 18-20 Madrid. Autores: Jaime Sanz Ortiz. Xavier Gómez Batiste. Marcos Gómez Sancho y Juan Manuel Núñez Olarte.
Parkes CM: The cost of commitment. En: Bereavement; Studies for grief in adult life. Colin Mari Parkes (ed). Penguin Books. London. 1988; págs: 21-23.
Worden WJ: Is Grief a disease?. En: Grief counselling and grief therapy. James William Worden (ed). Routledge. London 1991; págs: 8-19.
Pangrazzi A: La dinámica del duelo. En: La pérdida de un ser querido. Arnaldo Pangrazzi (ed). Ediciones Paulinas Madrid 1993: págs: 21-28
Gómez Sancho M: El duelo como fenómeno antropológico. En: Avances en cuidados paliativos. Marcos Gómez Sancho (ed). GAFOS. Las Palmas de Gran Canaria 2003. Tomo III; págs: 447-478.
Sanz Ortiz J: El duelo. En: Historia del paciente con cáncer, Del gen al sentido de la vida. Jaime Sanz Ortiz (ed). EGRAF.SA Madrid. Pfizer Oncología 2005.
Sobre el Cómo Ayudarnos y Ayudar a Otros a Enfrentar la Muerte de un Ser Querido. Biblioteca Básica de Tanatología. Reglas del duelo: http://www.homestead.com/montedeoya/duelos.html
URL: http://tucuidas.laenfermeria.es/?p=397
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